Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 150 A. C.
Fin: Año 350

Antecedente:
El arte funerario hispanorromano

(C) Lorenzo Abad Casal



Comentario

Las tumbas podían contar también con elementos decorativos. En ocasiones son relieves escultóricos que tratan de prestigiar la tumba hacia el exterior o de dar conocer al caminante algunos de los rasgos del difunto; así, en uno de los mal llamados columbarios de Mérida, el de los Voconios, nos encontramos con una placa en relieve sobre la puerta de acceso que reproduce sobre la inscripción conmemorativa algunas de las distinciones que su ocupante, sin duda un militar, había alcanzado en vida: dos brazaletes, dos torques y varias fáleras, símbolos todos ellos distintivos de los cuerpos subalternos del ejército. Otras veces son relieves alusivos al ámbito funerario: las gorgonas o las rosetas que aparecen en el centro de algunos frontones, los Atis que encontramos en la llamada tumba de los Escipiones de Tarragona o en la tumba de Servilia de Carmona, por citar sólo algunos ejemplos, los relieves en estelas con escenas de banquetes funerarios, representaciones de trabajos y actividades diversas, esculturas que reproducen individuos masculinos o femeninos vestidos con pallium y toga y que constituyen en sí mismos retratos de los difuntos, etc.
Un elemento de gran valor en las tumbas y necrópolis romanas es el contenedor de las cenizas o del cadáver. Mientras la cremación fue el rito predominante, la mayor parte de las urnas cinerarias eran de cerámica o vidrio, en algunos casos encerradas dentro de un recipiente de plomo; en ocasiones, sin embargo, la urna podía ser de piedra, y llegar a estar decorada de forma compleja, casi siempre con motivos de índole geométrica o vegetal, aunque en ocasiones pueden ser también figurados.